Gastronómiah

Gastronomía alternativa y cotidiana

Friday, December 22, 2006

I.- Rituales. II.- Belleza femenina 1. III.- Belleza femenina 2.

I.- Adoro y sigo montones de tradiciones simples y cotidianas, como si fueran rituales atávicos, pero en la libertad de celebrarlos y aun de modificarlos encuentro su goce.
"El mate se ceba amargo", dicen, y pese a que yo lo tomo únicamente amargo, no diría que esa es la forma de tomarlo. No me gusta el mate dulce, peor aun con edulcorante, pero tomalo como quieras. Y no me digas como cebarlo.
Yo lo cebo con ciertos rituales que algunos ven como manías, con tradiciones que me vienen de varias fuentes, que se fueron entrelazando. Si no te gusta, cebate vos.
"Ustedes no saben comer polenta, la polenta se come durita, bien seca, y no se come con cubiertos, ¿ves? se corta así con el piolín", dice el tano. Te podría decir "qué saben ustedes de polenta si el maiz es americano", pero no, me parece muy bonita tu tradición, pero dejame a mí con mi polenta suave y cremosa, rebosante de salsa con carne picada a cuchillo.
Esto se hace así, esto se come así, esto se prepara así...
Como si no hubieran infinitas formas de hacer las cosas, como si debiéramos guiarnos por rituales inmodificables, como si no debiéramos confiar en nuestros gustos, particulares, propios, únicos.


II.- "...un hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que esa mujer no es especialmente memorable, digamos, para su madre, para sus primas, para la mucama, para la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa persona es única".

(Jorge Luis Borges, en una conferencia).


III.- "El Maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían. Al llegar la luna del Búho Pescador (nombre de uno de los veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos. El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad, atravesó la plaza y en el barrio de los mercaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro al Mercader de Joyas Sin Precio.
Al saber el Maestro lo que el Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la parte de su alma vendida por el Camino Negro al Mercader de Joyas Sin Precio. La guardaba en el fondo de una caja de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría esmeraldas, grandes como maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
Le daría amuletos, ojos de namik para llamar el agua, plumas contra la tempestad, mariguana para su tabaco...
El Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando?, ese pedacito de alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella".

(Miguel Angel Asturias, "Leyendas de Guatemala").

Sunday, December 10, 2006

homeopatía

I.- El Gato Dumas, bastante chanta él, que en paz descanse, (más chanta es Francis Mallman, mirá que hacer un programa de media hora para tirar unas papas y otras verduras directamente a las brasas, muy típico cocinar al rescoldo, pero "enseñar" a hacerlo por la tele...), decía que el vino con soda era la más típica bebida argentina y que él usaba buenos vinos para la mezcla. Pero de ahí a sostener que hay que usar vino fino, hay toneles de distancia. Desde este humilde sitio, reivindico también el vino con soda como bebida veraniega, aunque no reniego de la imperial Coca Cola. Amante de la cerveza como soy, igualmente suelo preferir acompañar la pizza con Coca. En ocasiones se me da por tomar bebidas diluídas en agua en proporciones casi homeopáticas: apenas un chorrito o unas gotas de vino, jugo, lo que fuere, en agua. Sobre todo con vino. Y tinto. Al yogur bebible, le echo agua. Dejar que el sabor sea un mínimo matiz, agua de trapo, jugo de paraguas. Casi una experiencia filosófica. Como mirar media hora a un tipo por la tele hacerse unas verduras al rescoldo, soñando con la nieve. Luego de la dilución, el vino sigue teniendo una presencia digna; los cítricos también; la cerveza, diría que no... y la Coca, obviamente no.
Jugo de naranja, vino tinto, agua, limón, hielo... Sangría homeopática, que le dicen, nada mal.

II.- "El muchacho se quedó quieto, mirando el río. Sobre un afloramiento de limo, una rana, parda como la primera, con los ojos redondos bajo las arcadas salientes, parecía estar esperando. La piel blanca del buche palpitaba. La boca cerrada formaba un pliegue de escarnio. Pasó un tiempo y ni la rana ni el muchacho se movían. Entonces él, desviando con dificultad los ojos, como para huir de un maleficio, vio al otro lado del río, entre las ramas bajas de los salgueros, aparecer una vez más a la muchacha. Y nuevamente, silencioso e inesperado, pasó sobre el agua el relámpago azul" (José Saramago, "Desquite").

III.- "Estuvimos en viaje dos meses pues hay ochenta y cuatro leguas desde donde dejamos los cuatro barcos hasta donde viven los Timbúes. Estos llevan a ambos lados de la nariz una estrellita, hecha de un piedra blanca y azul, y son gente de cuerpo grande y fornido. Las mujeres son horribles y, tanto jóvenes como viejas, tienen la parte baja de la cara llena de rasguños azules. (...) Los Mocoretás nos recibieron bien a su manera y nos dieron la carne y el pescado que necesitábamos durante los cuatro días que con ellos quedamos. Habitan la otra orilla del Paraná, o sea en la orilla derecha, y hablan otra lengua; pero también llevan dos estrellitas en la nariz y son gente de cuerpo bien formado; las mujeres son feas como las antes mencionadas. (...) Los Jerus llevan colgando de las orejas un aro redondo de madera, y el lóbulo de la oreja está plegado o arrollado alrededor de ese aro: esto merece la pena de verse por quien no lo haya visto. Los hombres llevan una gran piedra de cristal azul, grande como una pieza de damas, atravesando el labio, y se pintan de azul de las rodillas para arriba... Las mujeres están pintadas en forma muy hermosa desde los senos hasta las vergüenzas, también de color azul. Esta pintura es muy hermosa y un pintor de Europa tendría que esforzarse para hacer ese trabajo. Las mujeres son bellas a su manera y van completamente desnudas. Pecan llegado el caso: pero yo no quiero hablar demasiado de eso en esta ocasión" (Ulrich Schmidl, "Viaje al Río de la Plata, 1534).