I.- Rituales. II.- Belleza femenina 1. III.- Belleza femenina 2.
I.- Adoro y sigo montones de tradiciones simples y cotidianas, como si fueran rituales atávicos, pero en la libertad de celebrarlos y aun de modificarlos encuentro su goce.
"El mate se ceba amargo", dicen, y pese a que yo lo tomo únicamente amargo, no diría que esa es la forma de tomarlo. No me gusta el mate dulce, peor aun con edulcorante, pero tomalo como quieras. Y no me digas como cebarlo.
Yo lo cebo con ciertos rituales que algunos ven como manías, con tradiciones que me vienen de varias fuentes, que se fueron entrelazando. Si no te gusta, cebate vos.
"Ustedes no saben comer polenta, la polenta se come durita, bien seca, y no se come con cubiertos, ¿ves? se corta así con el piolín", dice el tano. Te podría decir "qué saben ustedes de polenta si el maiz es americano", pero no, me parece muy bonita tu tradición, pero dejame a mí con mi polenta suave y cremosa, rebosante de salsa con carne picada a cuchillo.
Esto se hace así, esto se come así, esto se prepara así...
Como si no hubieran infinitas formas de hacer las cosas, como si debiéramos guiarnos por rituales inmodificables, como si no debiéramos confiar en nuestros gustos, particulares, propios, únicos.
II.- "...un hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que esa mujer no es especialmente memorable, digamos, para su madre, para sus primas, para la mucama, para la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa persona es única".
(Jorge Luis Borges, en una conferencia).
III.- "El Maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían. Al llegar la luna del Búho Pescador (nombre de uno de los veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos. El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad, atravesó la plaza y en el barrio de los mercaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro al Mercader de Joyas Sin Precio.
Al saber el Maestro lo que el Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la parte de su alma vendida por el Camino Negro al Mercader de Joyas Sin Precio. La guardaba en el fondo de una caja de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría esmeraldas, grandes como maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
Le daría amuletos, ojos de namik para llamar el agua, plumas contra la tempestad, mariguana para su tabaco...
El Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando?, ese pedacito de alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella".
(Miguel Angel Asturias, "Leyendas de Guatemala").
"El mate se ceba amargo", dicen, y pese a que yo lo tomo únicamente amargo, no diría que esa es la forma de tomarlo. No me gusta el mate dulce, peor aun con edulcorante, pero tomalo como quieras. Y no me digas como cebarlo.
Yo lo cebo con ciertos rituales que algunos ven como manías, con tradiciones que me vienen de varias fuentes, que se fueron entrelazando. Si no te gusta, cebate vos.
"Ustedes no saben comer polenta, la polenta se come durita, bien seca, y no se come con cubiertos, ¿ves? se corta así con el piolín", dice el tano. Te podría decir "qué saben ustedes de polenta si el maiz es americano", pero no, me parece muy bonita tu tradición, pero dejame a mí con mi polenta suave y cremosa, rebosante de salsa con carne picada a cuchillo.
Esto se hace así, esto se come así, esto se prepara así...
Como si no hubieran infinitas formas de hacer las cosas, como si debiéramos guiarnos por rituales inmodificables, como si no debiéramos confiar en nuestros gustos, particulares, propios, únicos.
II.- "...un hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que esa mujer no es especialmente memorable, digamos, para su madre, para sus primas, para la mucama, para la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa persona es única".
(Jorge Luis Borges, en una conferencia).
III.- "El Maestro Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían. Al llegar la luna del Búho Pescador (nombre de uno de los veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos. El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad, atravesó la plaza y en el barrio de los mercaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro al Mercader de Joyas Sin Precio.
Al saber el Maestro lo que el Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la parte de su alma vendida por el Camino Negro al Mercader de Joyas Sin Precio. La guardaba en el fondo de una caja de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría esmeraldas, grandes como maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas.
El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
Le daría amuletos, ojos de namik para llamar el agua, plumas contra la tempestad, mariguana para su tabaco...
El Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando?, ese pedacito de alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella".
(Miguel Angel Asturias, "Leyendas de Guatemala").